El abuso al adulto mayor

En Nicaragua, la expectativa de vida ha cambiado radicalmente en pocas décadas. En los años 60 apenas alcanzaba los 46 años; en los 80 subió a 58; en el 2000 se situaba en 66; en el 2010 en 72, y para el 2023 ya llegaba a los 75 años, con una diferencia entre géneros: 77 para las mujeres y 72 para los hombres. Aunque todavía vivimos en promedio seis años menos que en Costa Rica, superamos en dos años a Honduras y Guatemala. Esto significa que cada vez tenemos más personas mayores en nuestras familias y comunidades

Pero junto con esta buena noticia surge un desafío que suele pasar desapercibido: el abuso a las personas mayores. Cuando hablamos de violencia o maltrato, casi nunca pensamos en los adultos mayores, y sin embargo miles de ellos lo sufren en silencio, muchas veces dentro del propio hogar.

El abuso hacia los mayores se entiende como cualquier acto u omisión que cause daño o sufrimiento a una persona de edad avanzada, especialmente en situaciones de confianza, como ocurre con familiares, cuidadores o personal de salud. Puede tomar diferentes formas: desde golpes o empujones hasta humillaciones, insultos, amenazas, abandono, negligencia en la atención médica o alimentación, manipulación de bienes, robo de pensiones o incluso abuso sexual.

Existen señales de alerta que no debemos ignorar: moretones o fracturas sin explicación, cambios repentinos en el comportamiento, tristeza o miedo constantes, falta de higiene, ropa descuidada, pérdidas súbitas de dinero o modificaciones sospechosas en documentos legales. También es preocupante el aislamiento repentino de la persona mayor, alejándola de su entorno social o familiar.

¿Por qué ocurre esto? El envejecimiento suele traer consigo dependencia, lo que hace más vulnerables a las personas mayores si no cuentan con un entorno seguro. A esto se suman los estereotipos que desvalorizan al adulto mayor y normalizan la indiferencia hacia sus necesidades y sufrimientos.

¿Qué podemos hacer? Lo primero es escuchar y hablar con la persona afectada en un espacio seguro. Es fundamental denunciar ante las autoridades competentes y, al mismo tiempo, ofrecer apoyo emocional sin juzgar ni presionar. A nivel comunitario, la prevención pasa por educar a las familias sobre el envejecimiento digno, capacitar a cuidadores y personal de salud, fomentar la inclusión de las personas mayores en las decisiones familiares y exigir políticas públicas que garanticen su protección.

Envejecer debe ser sinónimo de respeto, dignidad y cuidado, nunca de abandono ni maltrato. El abuso hacia los mayores es una forma de violencia silenciosa que deja huellas profundas. Por eso, como sociedad, tenemos la responsabilidad de visibilizarla, denunciarla y actuar.

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